El equilibrio del mundo
Vos soltando, sorprendida, el poco aire que te quedaba antes de verme llegar; vos abriendo tu vista, toda, ancha, vacía; yo escondiéndome detrás de una columna, vos soltando una caricia sobre su cara que se estaba estremeciendo, enderezando tu cuello que se había acurrucado sobre su mano, soltando tus labios contra otro de sus besos, cerrando tus ojos para sentirte besándolo, cerrando también ese abrazo que no esquivaste, soltando el aliento que habías inspirado de su aire, soltando los labios que habías apretado contra su beso, abrazándose como si no fuera una rutina, rompiendo algo más que la distancia, recorriendo su brazo con una caricia, abriendo tus brazos, abriendo sus brazos, quedándote parada, dando su paso, apoyando sus dedos sobre tus dedos que eran, de forma cierta, suyos; sus dedos rozando los bordes filosos de tus huellas digitales, tus dedos estirándose, confirmándome quién sos, sus dedos estirándose confirmándome quién es, el brillo de los anillos doblando la tarde, el tren cerrando todas las puertas, un malón de desconocidos arremetiendo contra el tren, el tren abriendo las puertas, otro guarda haciendo vista gorda a los que saltaban los molinetes, un tipo trabando una puerta, el policía de espaldas a nosotros, vigilando la nada misma; el tren cerrando las puertas, las chicharras adentro sonando y apagándose, un guarda poniendo llave de las puertas, la voz a través de los parlantes anunciando la próxima estación, tu paso lento llegando, su paso quieto esperándote, mis pasos destruyendo el equilibrio del mundo; el piso del andén temblando, las piernas temblándome, tus piernas andando, gente saliendo por la boca sur del andén, gente entrando por la boca norte del andén, el tren frenando en la estación, vos mirando el asiento, yo corriéndome desde el fuelle hasta la puerta del otro vagón, vos levantándote del asiento, vos borrando mi mensaje, yo respondiéndote el mensaje, vos usando tu celular, yo mirándote desde lejos, vos sentándote contra la ventana, yo caminando detrás de vos, vos caminando por el pasillo sin saber dónde estaba yo, yo subiendo al tren por una puerta donde no me buscaste, vos subiendo al tren sin mirarme, yo amándote antes de que me dejaras, vos besándome antes de irte, el molinete abriéndose sin pagar el ticket, besándonos en una despedida que vendría después, las manos apretándose, húmedas, con aroma a jabón, los pasos sincronizando el movimiento, subiendo la escalera de la estación, las personas ignorando nuestro amor, las calles abriéndose ante nuestras risas, los dientes saliendo a la luz del placer, los árboles brotando en un veinte de agosto, las baldosas fijándose bajo el sonido de nuestros pasos, la sombra uniéndose en un beso en otra esquina, la velocidad de la reja cerrándose con llave, la rapidez de tu mano cerrando la puerta, el perro haciendo silencio, cruzando el patio, la escalera sonando a cuatro pies, la velocidad de las manos vistiéndonos, la foto de tu marido mirándonos en silencio, la ropa encastrando en nuestros cuerpos, el toallón compartiendo nuestra piel, nuestra piel mojándose bajo la ducha, tus manos atendiendo, tu celular sonando de nuevo, nuestra piel mojándose en nuestras bocas, nuestra piel mojándose en nuestras manos, nuestra piel mojándose en su cama, tu cama; nuestra piel mojándose por el movimiento, nuestra piel mojándose por la lengua, tu celular sonando, nuestra piel mojándose bajo la remera, nuestra piel mojándose bajo el pantalón, nuestra piel mojándose al pie de la escalera, nuestra piel mojándose cuando cerraste la puerta, tu celular sonando, nuestra piel mojándose cuando nos miramos, nuestra piel mojándose cuando abriste la puerta, vos corriéndome el equilibrio del mundo, yo tocando el timbre, yo respondiéndote el mensaje, vos enviándome un "te espero"; todo junto, al mismo momento, como si el tiempo se hubiera -o hubiese- detenido; me hiciste saber que yo fui el amante, el cornudo, el culpable de esperarte en vez de ser una víctima de la espera.